INVOCACIÓN DE LUCIO
“Reina del cielo: ya seas la CERES nutricia, madre inventora de las mieses, que en la alegría de encontrar de nuevo a tu hija enseñaste a los hombres a dejar como pasto de animales la antigua bellota, para comer alimentos más agradables, y que ahora habitas los fértiles campos de ELEUSIS; ya seas la VENUS celestial que, en los primeros días del mundo, uniste los sexos opuestos dando origen al amor para perpetuar el género humano en una eterna procreación, y que ahora recibes un culto en el santuario de Pafos entre las olas; ya seas (DIANA) la hermana de Febo, que, aliviando con solicitud a las parturientas, has alumbrado tantos pueblos, y que ahora te ves venerada en el ilustre templo de Éfeso; ya seas la terrible PROSERPINA, la de los aullidos nocturnos, la de la triple faz, que reprimes la agresividad de los duendes, cierras sus prisiones subterráneas, andas errante por los bosques sagrados y te dejas aplacar por un variado ritual; Tú, que con tu pálida claridad iluminas todas las murallas, con la humedad de tus rayos das vigor y fecundidad a los sembrados y en tu marcha solitaria vas derramando tenues resplandores; sea cual fuere tu nombre, sea cual fuere el rito, sea cual fuere la imagen que en buena ley hayan de figurar en tu advocación; Tú, asísteme en este instante colmado de desventuras; Tú, consolida mi tambaleante suerte; Tú, pon término a mis crueles reveses y dame la paz. Basta ya de fatigas, basta ya de peligros. Despójame de esta maldita figura de cuadrúpedo; devuélveme a mi familia, devuélveme mi personalidad de Lucio, y si alguna divinidad ofendida me persigue con su implacable cólera, séame al menos lícito morir, ya que no me es lícito vivir”.